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2021, democracia, Ecuador, elecciones, miedo, política, sociedad
Escribo esto desde la incertidumbre, esperando que me salve la indiferencia.
Escribo con el miedo en la mano y la cabeza nublada, de ver como amigos, familia y conocidos entraron a un juego de influencias sin notar que son ellos los influenciados. En donde mi opinión importa más que la tuya y que quien opina distinto es tonto, borrego, cobarde. En donde quien quiere alejarse del juego es tibio, anarquista o salvaje. Porque acá decidimos sobre el futuro de una sociedad como si fuera un encuentro entre equipos de fútbol, nos volvimos una fanaticada a la que le importa más el color de su camiseta y que defiende lo indefendible a capa y espada con sus mejores discursos y memes. Todo con discusiones que se dan en una cancha en la que ningún criterio de pensamiento crítico prevalece sobre los odios, lo que dijo el vecino o el titular de un noticiero que sintonizo hace demasiado tiempo. Mi color sobre el tuyo, mi bandera sobre la tuya, mi sentimiento anti sobre tu análisis discursivo.
Hemos caído en el hábito de imitar lo que vemos en los nuevos medios y redes sociales, pretendemos ser influenciadores llenos de nuestra verdad descalificadora de la otra mirada. Al menos a los influencers les pagan por publicar lo que les pidan.
En este excepcional estado sin derechos plenos ni criterios válidos, he visto aflorar la decadencia de nuestra sociedad cual supurante llaga viva.
Qué le vamos a pedir a personas que no logran entender la importancia de la otredad, que desconocen la diferencia entre economía y filosofía, entre modelos a seguir y de negocios, que no asimila que debe dejar de escupir durante una pandemia, que no aprende a usar un tapabocas.
Pidamos que nos sigan en TikTok y compartan nuestras frases en forma de meme, pidamos que sean nuestro troll center y fanbase defensora de nuestro contenido como si fueran hordas de seguidores de algún youtuber que habla de cosplay y videojuegos. Pidamos, que ellos lo harán gratis, dijeron los asesores de marketing político, metiéndole plástico a la pauta sin miedo, porque para eso hay de sobra.
Antes al menos ofrecían pan techo y empleo decorado con balas y no simplistas «ya que chuchas“ o vacuos retornos de una patria que nunca se fue, porque según entiendo, esa patria es un concepto ingenuo y volátil que decidimos construir entre todos y todas.
Perdimos todos, más allá de cualquier resultado disfrazado de cambio o esperanza, capitalismo o socialismo, aquí en este excepcional estado de ruptura y alienación ciudadana, dejé de creer en este simulacro que llamamos democracia, hace rato.
Pareciera que mientras toda esta simulación sucede olvidamos a esos amigos, familia y conocidos que murieron hace poco –y que siguen muriendo–, mientras aprendimos a dar el pésame a través de un emoji que abraza un corazón, porque la discusión sigue y mi opinión, siempre mi opinión, será la que importa.
Por eso, solo espero que me salve la indiferencia, para ensimismarme en mi capacidad de construir algo, por encima de este infantil entorno apolítico y propagandista, moviéndome al son del viento como buen guía y confesor.
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Alienado y alineado conmigo mismo.
Dr. Absurdo